La posibilidad que no fue

En el capítulo final de “Otro mar” había un dato que se destacaba como revelador para entender los orígenes del surf en Galicia: solo se tiene constancia del paso de seis surfistas extranjeros por nuestra comunidad entre los años 1969 y 1975. Probablemente hubo más, pero solo seis tuvieron trato directo con los surfistas gallegos. Una de las causas de ese escaso contacto con el exterior se encontraba en la aislada situación geográfica de Galicia, en el noroeste de la península Ibérica, alejada de las rutas que los surfistas seguían en Europa a la búsqueda de olas. Galicia no era lugar de paso, y ante la perspectiva de una costa desconocida y poco accesible, muchos viajeros elegían, desde Euskadi o Cantabria, cruzar por el interior de la península en dirección a Portugal o Cádiz, para desde allí coger un ferry que los llevase a Marruecos o las Islas Canarias.

El relato de esos surfistas extranjeros es muy interesante, en cuanto a que ofrece una panorámica diferente de lo que era el surf entonces en Galicia, sin el sesgo que los surfistas locales pudiesen introducir, ayudando a contextualizar mejor nuestra historia dentro del panorama del surf mundial de aquella época. Por eso, cualquier referencia, por pequeña que sea, es de gran valor en el relato de “Otro mar”. ¿Cómo nos veían? ¿De qué modo los recibimos? ¿Qué nos aportaron?

Hace unas semanas Vicente Irisarri me mandaba un whatsapp recomendándome la compra del número 3 del fanzine Vaga, editado por Joserra de la Mar. El último número de Vaga está dedicado a Rick Griffin, uno de los "cinco grandes" artistas del movimiento psicodélico de San Francisco, autor de carteles de conciertos para Grateful Dead, Jefferson Airplane o Jimi Hendrix, y de portadas de álbumes como Aoxomoxoa de Grateful Dead, On the Border de The Eagles o Late for the Sky de Jackson Browne. Un artista icónico para tres de las subculturas más importantes surgidas en la Costa Oeste de EE.UU. en la década de 1960: el surf, el rock psicodélico y el cómic underground. Como anzuelo a su recomendación, Vicente me enviaba dos párrafos que reproduzco a continuación:

“Nuestro viaje de 1976 fue la primera vez que Rick estuvo en Europa. Para mí era la quinta. En un viaje previo, en 1974, pasé un tiempo en Galicia e hice escapadas por la costa portuguesa. Fuera de la ruta costera de spots, cerca de Ferrol y La Coruña, y hacia Portugal, vi las mayores olas que he visto nunca. Ni se me ocurrió correrlas, ni vi surfistas en todo ese tiempo. De vuelta, nadie en California o Hawaii me creía cuando les dije que en esa región había olas mayores que las hawaianas. La gente de Surfer Magazine se burló de mí cuando les conté lo que vi, pero lo viví de verdad y ver esos monstruos fue asombroso.

En 1974 el pelo me llegaba a la mitad de la espalda y mi forma de vestir estaba totalmente fuera de lugar. Gitanos de aquella región, con los que viajé en tren, fueron simpáticos y cordiales, pero la mayoría de la gente local de Galicia se portó de modo extremadamente brusco, especialmente en Ferrol. En cambio, la gente de la región vasca se desvivía por ser agradable y fueron muy serviciales”.

El entrevistado por Joserra de la Mar es el californiano Gordon T. McClelland, amigo de Rick Griffin, editor de más de veinte libros y catálogos de arte, pintor, coleccionista y comisario de exposiciones. Tal y como contaba al periódico Los Angeles Times en agosto de 1994, desde 1972, y durante sus años de estudiante de historia del arte en la Cal State Fullerton de la Universidad del Estado de California, McClelland pasó entre cuatro a seis meses al año en Europa, viajando por Alemania, Francia e Inglaterra como comerciante de arte, en especial de etiquetas de cajas de frutas, en las que se representaban paisajes y escenas de California de entre 1885 y 1955. Su principal cliente era un coleccionista alemán. Antes de regresar a su país, aprovechaba las primeras marejadas del otoño para surfear en lugares como Mundaka, Las Landas o las rompientes de la isla de Jersey, en donde conoció a Steve Harewood y a la gente de Freedom Surfboards. Lo ganado en la venta de las piezas de arte californianas, además de cubrir los gastos de su periplo en el viejo continente, lo invertía en grabados e ilustraciones de artistas europeos, que a su vuelta a Estados Unidos vendía a galeristas y coleccionistas. “Volvía a casa con poco más de diez centavos en el bolsillo, pero con un buen rollo de carteles europeos que podía vender aquí para recuperarme”.

La historia de McClelland, su nacionalidad, el año en que decía haber estado en Galicia, la descripción que él mismo hace de su aspecto físico y vestimenta, y la mención a Ferrol, en seguida me llevaron a uno de los párrafos de la entrevista a los hermanos Maneiros incluida en “Otro Mar”:

“Un día apareció en casa de mi abuela un americano con pinta de hippie, barba, melena rubia, pantalón roído, descalzo…, con una tabla de surf rota. Que apareciese en casa de mi abuela no fue producto de la casualidad. Alguien lo tuvo que dirigir hasta allí y hablarle de nuestro tío y sus habilidades con la fibra. Tampoco sé cómo Paco y el americano se entendieron, ya que mi tío no sabía inglés. El tema es que le dijo que sí, que le arreglaba la tabla. Recuerdo su expresión cuando el americano salió del taller. Nos miró, y nos dijo: “¡esta noche se la fusilamos!”

¿Quién era ese americano? ¿Cómo había llegado hasta Ferrol? ¿Sería Gordon T. McClelland?

No creo que muchos surfistas americanos se pasasen por Galicia en aquel año, así que la probabilidad de que fuese McClelland era muy elevada. El tren al que se refiere Gordon posiblemente sea el ferrocarril de vía estrecha que recorre todo el Cantábrico y cuyas vías terminan en Ferrol, y que en 1974, tras su inauguración en 1968, hacía el trayecto Gijón-Ferrol. Es, por tanto, muy probable que McClelland llegase a Ferrol en tren.

Con todos esos detalles, me animé a escribir a Gordon al correo que encontré de su galería de arte. Al día siguiente recibí su contestación, que si bien supuso una pequeña desilusión, fue igualmente interesante:

“Estuve en Ferrol, pero viajé sin tabla, por lo que no surfeé allí. Mi novia, que era californiana, estaba viviendo en Ferrol con sus padres. Estuvieron un año. Su padre montaba dispositivos electrónicos en los barcos militares que estaban atracados en el puerto. Cuando conduje hacia Portugal, vi olas increíblemente grandes, rompiendo bastante lejos de la costa y rodando en una bahía. No tenía ni idea de dónde estaba, pero vi algunos gitanos por la zona”.

Es lógico que, durante su estancia en Galicia, McClelland no se cruzase con ningún surfista. En 1974 los únicos ferrolanos que tenían afición a coger olas eran Juan Abeledo hijo y Dámaso Bueno. Vari Caramés ya vivía en A Coruña. De haberlos conocido hubiese sido como encontrar una aguja en un pajar. Fuera de Ferrol, los únicos núcleos con surfistas en toda Galicia eran A Coruña y Patos, por lo que, si en su viaje a Portugal Gordon no visitó esos lugares, era prácticamente imposible que se encontrase con algún surfista. ¿Cuál sería la ola que vio romper inmensa? Descartando que pasase por Costa da Morte, y citando en su respuesta que fue cerca de Portugal, posiblemente se tratase de Santa María de Oia.

1976. McClelland y Griffin en el taller de Freedom con las tablas que les acompañarían en su viaje por Europa.

La visita de McClelland a Europa que ha tenido mayor trascendencia fue la de 1976, en su quinto viaje. Esta vez McClelland no llegó solo. Lo hizo acompañado de Rick Griffin. Dos coleccionistas y marchantes de arte británicos, Robert Alcock y Dick Pope, habían organizado una exposición de la obra de Griffin con paradas en The Roundhouse en el barrio londinense de Camden Town, en el Art Center de Sutherland en Escocia y en la sala Melkweg de Ámsterdam.

Antes de convertirse en una sala de conciertos y centro de arte en 1966, The Roundhouse había sido una estación de ferrocarril. Como auditorio, por él han pasado bandas como Led Zeppelin, Cream, Eric Clapton, The Clash… Para la exposición de Griffin, Dick Pope alquiló The Roundhouse y lo convirtió durante unos días en una galería de arte. Así lo contaba McClelland en el número 24.1 de The Surfer’s Journal:

“A finales del verano de 1976 viajamos a Londres para montar la exposición de arte de Rick Griffin en The Roundhouse. Nos alojamos en un apartamento en el barrio de Shepherd's Bush. Era la época en la que el punk estaba surgiendo en Londres. El lugar estaba lleno de punkis que parecían mucho más radicales que cualquiera de los que habíamos visto en California. Aunque probablemente se tocaba música punk decente, la que escuchamos en Londres no era muy buena. La excepción era The Clash, que ensayaban muy cerca de The Roundhouse. No sabíamos quiénes eran entonces, pero Joe Strummer y algunos amigos se dejaron caer por la exposición, ya que Dick Pope, el promotor de la muestra, era amigo de algunos de los miembros de la banda. Dick Pope también estaba filmando a The Clash para la BBC en ese momento, para un documental que buscaba cubrir el movimiento punk en Londres. Aún no habían editado ningún disco”.

Cartel de la exposición de Griffin en The Roundhouse de Londres.

Gordon sabía que Rick tenía seguidores en Europa, pero ambos se sorprendieron cuando miles de personas llegaron de todos los puntos de Reino Unido para ver el trabajo de Griffin. La exposición se convirtió rápidamente en un acontecimiento, en una visita obligada para artistas, celebridades y público. La gente hacía cola para entrar. La muestra, programada entre el 11 y el 21 de agosto, finalmente se prolongó tres semanas. Para la exposición Rick trajo cuatro planchas de impresión: Aoxomoxoa, Hog Farm, Quicksilver y Can-a-blis. No se escatimó en gastos en la producción de tres mil copias de cada impresión, numeradas y etiquetadas como "Edición limitada europea". Rick supervisó el proceso de impresión a cargo de la imprenta James Haworth de Bristol, utilizando tintas y papel de alta calidad. Firmó las primeras 100 copias de cada una.

Tras la exposición, Gordon y Rick compraron un viejo Morris Traveller y viajaron por Francia, la Isla de Jersey y España. “Estábamos acampados cerca de Seignosse cuando, de repente, las olas se levantaron con fuerza. Había picos perfectos a lo largo de toda la playa. Después de esa sesión, fuimos directamente a Mundaka. Casi no había nadie en el agua. Cuando llegamos había el doble de tamaño; las olas crecían muy por encima de nuestras cabezas y corrían por el banco de arena. Nunca había visto Mundaka tan grande. No teníamos las tablas adecuadas para aquellas olas, así que salimos despegamos, impulsados por el labio de la ola, unas cuantas veces. Cuando el mar bajó tuvimos varias sesiones memorables allí”.

Tras aquel viaje, y a su regreso a California, McClelland escribió la biografía de Griffin, ”The Art of Rick Griffin".

Libros del Océano