En mi memoria
Cada día, al bajar de casa para pasear a mi hijo pequeño a su paseo en silla, me resultaba sencillo llamar a la puerta del Taller si la veía entreabierta y retenida con aquel cable. Tras el confinamiento y la desescalada pocas cosas podía hacer, pero pasear, ver el mar, sacar fotos y saludar a Tito era de lo poco que podía hacer en mi rutina diaria. En esa primera parada Tito siempre tenía unas primeras palabras afectuosas con el peque, tal como lo hizo once años antes con su hermana.
En una de estas visitas rápidas, Tito me contó con una mezcla de desconfianza y de ilusión que, por fin, le iban a operar para poner la prótesis de cadera, creo que ya se había concienciado de que esa operación era la última oportunidad de mantener un tiempo su tipo de vida. Lo animé a confiar a ciegas en los médicos por experiencia propia.
Unos días después, la mañana tras la planificada operación, Hugo pasaba por mi portal y cuando paró le pregunté qué tal había ido, me llevé la pena por conocer que el penúltimo achuchón había impedido la ansiada operación.
Ese día, un gran banco de niebla quiso entrar por el mar y desde mi casa saqué una foto. Era como que la niebla no tenía permitido quedarse en el barrio, estaba por todas partes menos aquí. Quise tener un detalle con Tito publicando la foto en una red social y un comentario, pronto lo eliminé, no debí hacer público su bache de salud.
Al momento de eliminarlo le escribí un SMS a Tito contándole lo que había hecho y pidiéndole mil disculpas. Echamos 15 minutos conversando mediante mensajes mientras él estaba en el hospital. Me agradeció de corazón que me interesase por él, yo le prometí una botella de licor café casera de la Ribeira Sacra. Él me escribió: "te confieso que soy un enamorado de la Ribeira Sacra" y yo le respondí que pronto nos veríamos en su taller, que planificaríamos una escapada para enseñarle las viñas escalonadas y visitar una pequeña bodega del Cañón del Sil Ourensano.
Cuando se recuperó nos volvimos a ver en el taller unos días después y, otra vez afectuoso con mi peque, no hubo botella de licor (no la quiso), no hubo planificación de mi promesa, pero si hubo una frase de mi hijo de dos años y medio que nos hizo reír, - "el señor Tito tiene una bici vieja".
Un tiempo después, a Coruña amaneció cerrada de niebla, una niebla que se quedó todo el día, horas después recibí un WhatsApp con la tristísima noticia.
La siguiente mañana, en el paseo con mi pequeño, al pasar por el taller y a ver notas y flores en su puerta no lo pude evitar e hice lo mismo en el lugar que lo conocí. Arrodillado pegando una simple nota en papel vegetal y un ramito improvisado no pude evitar llorar un poco. Mi, peque de nuevo, nos hizo reír otra vez diciendo, - "papi, el señor Tito está en el cielo".
¿Que cómo conocí a Tito? Bueno, pues realmente creo que lo conocí de niño, y terminó siendo la llave que me abrió la puerta al mundo de las olas. Arriesgándome a extenderme, relataré cómo él terminó estando presente en las distintas épocas que pasé desde niño, pasando por adolescente, joven competidor, trabajador de la construcción y adulto padre de familia.
Era julio de 1983 y mi familia se mudó desde Ourense. Por fin veía el mar desde mi habitación. Pasaba un rato cada día mirando por una ventana formar temprano a las tropas y los camiones del cuartel de Zalaeta, muchas horas del resto del día mirando por otra ventana bajar y subir los coches por Curros Enríquez, a aquellas personas en su patio del asilo, la actividad del Matadero Municipal y el mar. Me sorprendía que el mar estuviese como un plato un día y con mucho oleaje y resaca al día siguiente.
Un día me llamó la atención ver gente vestida de negro en el agua y lejos de la orilla, flotaban sobre algo. Poco veía la tele, pero un día, no recuerdo si en las noticias o en alguna película salían surfistas y entonces entendí que, si en la playa delante de mi casa se hacía surf, algún día yo lo iba a hacer.
Desde los 11 años campaba a mis anchas por aquellas rocas del matadero y en aquella playa, me inventaba mis juegos. Recuerdo la rampa del matadero entonces, hecha en esas rocas de granito anaranjado, eran como dos rampas paralelas en su tramo final, como si fuesen unos railes de piedra. Aquella rampa mal construida, a los ojos de un niño, dio mucho juego en marea baja ya que pasé horas escondido allí dentro, a ratos investigando, a ratos buscando cangrejos, a ratos a la sombra escapando del sol y sobre todo mucho tiempo viendo a los surfistas desde esa ubicación.
Un día, temprano una mañana de agosto fui a la rampa sin saber que la marea llevaba un rato subiendo, me quedé demasiado tiempo viendo a los surfistas y aquella especie de canal que formaba la rampa se empezó a llenar de agua. Como aún no me había bañado me tiré al agua. Había mucha corriente y nadaba sin parar, de repente empezó a salir un río de agua roja del canal entre la rampa del matadero, toda el agua se empezó a teñir y empezaron a salir a flote cachitos de carne de animales. Me habían enseñado a nadar muy bien y a guardar la calma en el mar y yo estaba flotando quieto en el canal alucinando con lo que estaba ocurriendo en el agua a mí alrededor, pero alejándome en la orilla. Entonces apareció uno de aquellos surfistas, un señor con un bigotito que me recordaba al vaquero de las pelis que veía ( Errol Flynn) pero con unos pelos más alborotados que los míos. El surfista me dijo: ¡pero, a ver chaval !. ¿Qué haces aquí?, no puedes volver a la orilla, ¿ te ayudo ?. Le contesté preguntando porqué estaba toda el agua así, era lo que me preocupaba, y él me explicó que llevaban años echando al mar las aguas de limpiar los suelos del matadero pero que no me preocupase que pronto lo cerrarían y se lo llevarían a otro sitio. Con tanta conversación no me di cuenta de que me iba acompañando hasta la orilla mientras nadaba. El surfista se despidió, me recomendó no bañarme más en aquel canal, se marchó con su tabla trepando por la rampa y subiendo aquella estrecha escalera que salía a la tasca del edificio de ladrillo que existió en el linde de la finca de los Mariño. Así descubrí el surf y así terminé vinculándome al surf de por vida.
Pasaron unos días desde aquel día de agua roja y volvía a haber olas limpias. Yo paseaba con mi padre por la orilla y entonces aparecieron trotando hacia el agua tres surfistas con sus tablas enormes y con unos raros trajes que parecían destrozados y hechos piezas sueltas. Mientras se terminaban de preparar, me di cuenta de que uno de ellos era el que me había ayudado y se lo indiqué a mi padre. Mi padre, al momento, me dijo que ese surfista era uno de los chavales de su quinta que pasaban horas bañándose y lanzándose al agua desde un muelle del puerto, en la zona del Náutico y que hasta creía recordar que participaba en la travesía a nado que allí se organizaban. Con el tiempo me fui convenciendo de que aquel surfista tenía que haber sido ser Tito. Otros tendrían bigote y pelo alborotado, puede que otro fuese de la quinta de mi padre, otro también dejaría lo que estaba haciendo para ayudar a un niño, pero sólo él hablaba como me habló el que me ayudó.
Creo que ese día convencí a mi padre de que me iba a gustar el surf y de que me comprase mi primera tabla, me conformé con un juguete de poliestireno expandido blanquísimo con forma de tabla que encontramos en aquel Bazar Pepe en 1987 de la calle Real con la calle de la Barrera. Aquel juguete duró poco ya que lo partí en dos al ponerme de pie en él cuando ya llevaba tiempo cogiendo olas tumbado en la orilla. Empecé a hacer wind surf y patinar y en aquel entonces nos colábamos en las piscinas del ya cerrado Delfín en As Lagoas. De camino a allí me solía cruzar con los surfistas que charlaban en la barandilla del paseo marítimo poco antes de la cantera que aún funcionaba en donde después se construyó la Casa del Hombre.
El segundo año cogiendo olas, 1988. Puede comprar mi primer bodyboard, un Alder, que compré a Pepe en Okena, y después en el 89 un Randy Tripe y ya mi primer traje completo en Duke, ya había conseguido entrar a formar parte de una panda de bugueros, seguidores y aprendices de Jose Ángel Vidal en el pico paipero del matadero. Así, mientras aprendía, siempre al fondo, un grupo de surfistas se recorrían paredes mucho más largas y eso a mí me atraía cada vez más. Yo quería hacer eso también.
Ya era 1990 y en las revistas veía que un tal Danny Kim sólo hacía bugui de pie. Jose Ángel me explicó que podía meterle una plancha de fibra de vidrio a mi bugui y me aseguraron que así flotaría más y correría más. Yo era un corchero de 15 años y no me atrevía a ir al Patacón porque primero, entendía que no me dejarían pasar y segundo sospechaba que Tito sólo arreglaría tablas y trajes. Así que un día en la playa me esperé a que saliese Tito del agua y, con la excusa de enseñarle mi traje reventado y abierto por los sobacos, me disponía a pedirle que metiera fibra a mi traje. Supuse en aquel momento que Tito no tenía un buen día porque me despachó un poco brusco con, un ¡no tengo tiempo para hacer esas mierdas ni para arreglarte el traje!, le di las gracias un poco decepcionado. Tito caminó no más de 8 pasos, se paró, se dio la vuelta volvió y me dijo en tres segundos: “el traje llévaselo a Ucha, para el corcho te acercas a Fiberglas y, de mi parte, le pides a Juan Carlos Fariña que te venda una plancha, la recortas, la pegas y usas cinta americana para recoger los cantos, abur!”. ¡Fue increíble! Lo hice en pocos días y empecé a pillar sólo olas de pie con mi boogie.
Durante la siguiente década yo vivía delante de la playa y por ello prácticamente no hubo una semana en la que no coincidiese con Tito, ya fuera por el paseo marítimo, mirando el mar desde la barandilla, viéndolo bucear en Riazor desde la ventana, cruzándomelo yendo él en una de sus bicis, con la moto repartiendo churros, en el agua, en el taller, en alguna tienda de surf, en la coraza de matadero en grupo comentando baños, viendo algún campeonato ( recuerdo verlo en Sabón, Pantín y en Razo en su moto), paseando a sus perros, en el Jazz Filloa. Si hacías vida en las playas o en la Ciudad siempre te lo encontrabas pues él no paraba quieto, siempre de aquí para allá haciendo cosas.
Recuerdo que la primera vez que me eché en Sabón cargué mi “ réplica fibrada del bugi de Alexis Díaz en el seat Ritmo blanco de los padres de mi amigo, que al llegar Tito llegaba en su moto con su tabla junto a René Michinel y que todos entrabamos al agua a la vez. Es curioso que el agua verde estaba super cristalina y gracias a eso todos podíamos localizar una lavadora semihundida que estorbaba siempre a mitad de recorrido de la pared.
Un mes después no lo dudé, dejé el bodyboard y le compré a Salva en Duke una Wat Say de enésima mano hecha por Gilito, ¡me tiré un año pesando que Gilito era Tito!
En el agua siempre dediqué el tiempo de esperar a mi ola a analizar comportamientos y cómo cada uno se situaba, cuando y hacia donde remaban, en qué momento y de qué manera iban a pillar una ola y en eso siempre me llamó la atención Tito. Ya con tabla me colocaba a mitad del recorrido para intentar quedarme con las olas que descartaban los de atrás. Con Tito y los demás veteranos siempre había diversión garantizada en el agua. Siempre escuchando en mi lugar más abajo del pico me fijaba que mientras había aquel buen rollo, las bromas, y los puteos, Tito participaba en todo desde un poco más atrás y desde un poco más a la salida pero siempre sin dejar de perder las referencias de su posición haciendo un pautado barrido visual, casi como un patrón, a las rocas de la zona de Labañou primero y luego a los bajos de As Lagoas, hasta remontando lo hacía, cuando llegaba la serie y tenía elegida una siempre estaba en el sitio correcto. Empecé a hacer lo que veía que hacía Tito, me llevó muchos baños entender cómo entender los distintos golpes de mar en las rocas lejanas y el tiempo de margen que tenía para posicionarme bien antes de que llegase la serie. Es algo que realmente lo aprendí observándole, él lo hacía como nadie.
En 1991 en el agua se ya se había sumaron pandillas numerosas. Metidos en la década de los 90 ya era difícil pillar olas sin que estuviese abarrotado y sólo madrugando o moviéndose, se podía coincidir en el agua con Tito. Eso sí, el hombre poco podría echarse con la burrada de tablas que tenía que arreglar, en su taller del Patacón no cabían más, así que después de arreglarme por primera vez aquella Wat Say Gilito me explicó cómo hacer reparaciones y me vendió unos retales de fibra, resina y catalizador. Tengo guardada la imagen de cómo entraba el sol por aquella ventana del primer piso del Patacón mientras me explicaba.
Me tiré aquel verano arreglando mi tabla y las de mi pandilla de Mera, así como algunos mástiles de windsurf. Sólo pude hacer chapuzas así que tuve que comprarle una Wat Sat Virgil a uno de mis mejores compañeros de olas.
Tito me habló de buenas olas esos días en Razo a final de noviembre del 90 me decidí a ir a surfear por primera vez allí un fin de semana. Me fui yo solo en bus a Carballo y luego en otro bus a Razo, pero llegué y no había olas. El siguiente bus tardaría 4 hora en volver a pasar. Aburrido perdido viendo aquello plato conocí muchos de los surfistas de Carballo, me convencieron de esperar a la tarde porque iba a subir un poco el mar. Les hice caso y salí ganando una buena amistad con ellos y muchos conocimientos de las distintas olas que allí tenían. A la tarde efectivamente ya se podía coger medio metrillo en la explanada, entré con mis nuevos amigos y al rato llegaron Ramón Corredoira, Lola y Tito. Qué mejor manera de agradecerle su recomendación que mostrando alegría compartiendo aquel baño tranquilo.
Al siguiente fin de semana se hizo el campeonato con olas muy pequeñas, Chicho participaba en un minicampeonato de seniors con la excusa de la presencia del neozelandés Paul Hudson y allí estuvieron esos dos días. Fue un campeonato genial para toda mi generación, pero para mí fue un subidón bajar la escalera del cordobés para cada manga y estar allí Corredoira, Tito, Chicho y Adarraga (con su pequeñín Fernando) viéndonos a todos, particularmente disfruté más sabiendo que me veían en cada manga.
Tras ese campeonato, y tras ahorrar lo suficiente, pude comprarle a Chicho una de aquellas Wat Say Roush y luego otra Wat Say al primer coruñés que surfeaba a nivel pro, Wat Say ya le patrocinaba y vendía una nueva del todo. Durante esos dos años las reparaciones de tablas me las hicieron entre Chicho y Tito al fondo del local de Curtidos Orzán. En esa época madrugábamos mucho para conseguir baños con poca gente, íbamos con los trajes puestos desde casa y cientos de veces comenzábamos el día recorriendo la orilla desde la coraza del Orzán hasta matadero acompañados por Tito y su montón de perros que le acompañaban en su curro de vigilante. Fueron cientos de conversaciones de todo tipo, no solo olas, baños e historias. Otras veces él se quedaba un rato mirándonos entrar a las primeras luces desde el aseo tras el reparto de Bonilla.
Para historia la de cuando Tito nos acompañaba en un baño de tarde en matadero y hasta allí llegó un cadáver de una chica ( aparentemente suicida) a la que llevaban buscando semanas. Lo divisó de primero mi hermano, me avisó porque dudaba que fuese lo que parecía, pero aquello llevaba un pantalón vaquero y del cuello hacia arriba era sólo prácticamente hueso, yo le dije que lo comprobaría y remé hacia donde me dijo verlo, pero no encontraba nada, me senté en la tabla y detrás de mí emergió de nuevo el cuerpo dándome un sobresalto tremendo. Me di cuenta de que el agua a mi alrededor estaba llena de algo parecido a escamas, el avanzado estado de descomposición del cuerpo impactaba solo de mirarlo y mientras pensaba que hacer me empecé a poner muy nervioso, sólo pude pensar en quedarme sentado en mi tabla, pero a distancia hasta saber qué hacer. El resto del grupo con el que había entrado a pillar olas a salieron a avisar a la Protección Civil o la Policía. La gente en el agua, Tito nos miraba sentado en su tablón sólo girando la cabeza mientras mantenía su posición atrás, lejos en el bajo, con gesto corporal de parecerle que era molesto tanto grito en el agua. Uno tras otro se acercaba a comprobar si no estábamos gastando una broma y todos salían pitando al ver que era cierto. El cuerpo empezó a ser llevado hacia el canal del matadero y ninguno sabíamos qué hacer, intentando engancharla con el invento aquello se desprendía, sirenas en el paseo marítimo, gente de Protección Civil en la orilla, no parecía que nadie hiciese nada y el cuerpo empezaba a ser llevado por la corriente y de repente llegó remando Tito con una trozo de red de pesca verde y cordones que no supimos de donde coño sacó aquello ( yo supongo que tenía memorizada las rocas del canal en donde aquello estaba enganchado y que lo usó cuando le hizo falta). En segundos Tito ya había hecho una especie de atado del cuerpo con aquel amasijo de red y cuerdas y ya estaba llegando a la orilla remando mientras remolcaba los restos de la pobre chica. Aquello había salido en el periódico y mencionaron a los surfistas, pero lo que no mencionaron es que, gracias al temple, a la astucia y al buen hacer de Tito aquel cuerpo no fue arrastrado por la corriente del canal. Seguramente el cuerpo se hubiese hundido poco después y hubiese sido difícil que la familia tuviese restos que enterrar o incinerar. D.E.P., aquella chica.
Nos tocó vivir el enorme desastre de Mar Egeo y años más tarde del desastre del Prestige.
Era una noche de temporal muy habitual en esa época. Las rachas de viento de 150 km/h, lluvia a chuzos y los seriones rompiendo en Riazor provocaban momentos de estruendos en mi habitación cada pocos minutos. En casa de mis padres se podía notar, a mayores del ruido de los olones rompiendo, una vibración transmitida en el edificio con las series rompiendo sobre el fondo rocoso de Riazor y aquella era una de esas noches en la que cada poco te despertabas. Recuerdo me despertó un estruendoso ruido transmitido a través del edificio, entre la vibración del oleaje claramente se percibieron unos segundos de metal retorciéndose. Horas más tarde, aún de noche, ya se notaba un fuerte olor como a gasoil y al levantarme e ir a la ventana del salón llegué a pensar que aún estaba dormido. No me podía creer que con semejante maretón dos remolcadores, lanchones de protección civil, guardia civil y tres o cuatro zodiacs estaban metidas en la bahía y no entendía por qué tanta embarcación, pensé en alguna colisión entre barcos de pesca. Al encender la tele tristemente descubrí lo que acababa de ocurrir.
Recuerdo que aquella mañana pude ir a la coraza de matadero a contemplar el horror y que estando allí sacando algunas fotos apareció Tito. Nos quedamos paralizados, mi cabeza no asimilaba que aquello pudiese haber ocurrido. Creo que es la única vez que pasé 15 minutos con Tito en silencio.
Seguían avanzando los años 90 y tras los I Open Ciudad de La Coruña, I Kook Memorial y II Open cancelado por maretón, pero disfrutando en Santa Cristina de los pros nacionales de entonces ya teníamos la suerte de un comienzo de un boom de campeonatos en nuestra zona, ya no había que esperar una vez al año para ver un campeonato en Pantín Classic o para participar en uno. Fueron muchos los campeonatos en los que Tito estaba viéndonos. Fueron muchas mañanas de domingo en las que hermano y yo nos encontrábamos con Tito y sus perros al salir de colarnos, con el permiso de los vigilantes, por las obras del nuevo paseo marítimo para acotar tiempo en llegar a Matadero.
En esa época ya éramos una nutrida generación de jóvenes competidores locales que rompíamos muchas tablas. Después de Tito y Chicho más gente arreglaba tablas, pero cuando flexaba alguna o la partía no dudaba en que el único que podía conseguir que esa tabla volviese a surfear era Tito. Recuerdo con enorme gratitud y admiración un gran detalle que tuvieron conmigo Chicho y Tito. En enero de 1994 Moncho Gil organizó el I Open Bastiagueiro y era la bomba pues vendría de toda Galicia y ¡sobre todo Clyde Martin! .Para mí con 18 recién cumplidos iba a ser mi primer campeonato no junior! ¡y con nivelón de participantes! . Resulta que con aquel ímpetu flexé mi tabla a 50 cmts de la punta en el matadero el día antes, Botana me prestó la suya para terminar el baño, pero yo estaba echo a aquella pukas con dibujo rojo. Poco antes Gonzalo Cueto, desde la rotonda del Matadero, me había sacado unas fotos cojonudas con esa tabla y estaba muy motivado. Me resigné a dejarle la tabla a Tito el día antes del campeonato y a acudir con algo prestado por alguien cuando llegase. Entonces Tito la examinó un rato y me dio la gran sorpresa de decirme que la repararía esa noche y que temprano a la mañana siguiente fuese a por ella que Chicho me abriría Curtidos Orzán para dármela. ¡Qué ilusión esa noche, qué admiración por Tito y qué agradecimiento!
Ese invierno pude disfrutar de muchos buenos baños en matadero, en los que se repetía con frecuencia el grupo de turno de mañana. Muchos baños con Tito, Buitrón, Adarraga, Twist, Chicho, muchos otros con menos mar en la derecha de Camallón y algún que otro baño fallido en el Alba en donde nos encontramos con Tito en su moto, pero donde nos tocaba volvernos al presenciar que el agua aquel riachuelo era capaz de teñir toda la playa unos días de azul, otros días de rojo, otros de verde.
Un mes de mayo hubo una platada que duró hasta después de San Juan, el primer año en el que los barcos rellenaron las playas de la bahía. Con otro amigo decidimos dedicar el tiempo que no podíamos emplear en surfear a fabricarnos cada uno un Skimboard en chapilla de tablero marino con sus pintadas cada una, quedaron muy bien, pero a la hora de laminarlas ya teníamos tanta confianza en nosotros mismos, se los llevamos a Tito en julio, pero aquel primer verano del Shark Island y del pico de Balcobo nutría abundantemente de tablas partidas o flexadas su taller. Tito me mandó al galpón de Fernando Rabina al pie de la muralla en el dique de abrigo. Rabina los laminó a la perfección. ¡Cuanto disfrutamos muchos de ese skimborad!
De los baños en los que estaba con Tito entre 1993 y 1999 tengo apuntados algunos con anécdotas, un baño durísimo el 9 de enero del 93 en matadero con series de dos metros y con tantas olas en la serie que era imposible remontar por la derecha y que por el canal nos tocaba esperar a que terminasen para subir al pico, donde casi no había fondo. Ese día Tito se salió pronto y Chicho partió tabla.
Otro baño particular apuntado fue el de cuando en febrero del 94, disfrutando con Tito de una olita larga en el matadero, en pocos minutos se nos llenó aquello de zurullos flotando, cada vez más hasta tener que salir del agua esquivándolos para no tener que tocarlos con las manos. El cabreo con el que se marchó Tito ese día era monumental, nunca me había tocado semejante vertido, él me contó que en los 70 y 80 las aguas fecales del barrio se vertían al canal del matadero y que a veces pasaba. También uno en noviembre del 94 con él y con Chicho en camallón en el que por primera vez vi a Chicho surfear con longboard , ¡qué maestría verlos trazando líneas!
La tarde de un día de Noche Buena teníamos baño con una derechita en el Camallón y Adarraga apareció entrando con un gorro de Santa Claus y una botella de champán. Cuando llegó atrás hizo una piña con Tito, Chicho, Buitrón y Twist. Cuando y empezaron a felicitarse la Navidad dando tragos y pasándose la botella, Adarraga me invitó a subir a su grupo y celebrar con un trago, ¡no me lo podía creer, me estaban incluyendo en su festejo!
Multitud de baños apuntados, todos alegres, todos entretenidos. Baños con Carmela y Tito; baños disfrutando viendo a los tabloneros Brujo, Tanaka, Bruno, Hugo Wirtz, Carolo, Juan J y Tito, baños con Corredoira, Lola y Tito; Baños con su grupo de veteranos lobos de mar que compartían vestuario en taller de la calle Trabajo, también baños accidentados como el de camallón de 30 de octubre de 1998 en el que el Brujo pasó por encima al Buitrón y le metió un accidental quillazo ( la única cara seria de mosqueo que le vi a Fernando), otro en matadero un mes después en el que pensaba que mi propia tabla me había seccionado “ el miembro” y en el que Tito primero y Hugo después me ayudaron a guardar la calma y a salir del agua. Baños de tabloneros en tiempos de festivales de longboard , baños con rarezas como uno casi sin olas en agosto del 99 en el que apareció Juan Cobián en camallón con una moto de agua, me echó la cuerda, me remolcó unos largos a toda caña y tras eso Tito me echó broca indicándome que luego se negaría a arreglarme las quillas.
Siglo XXI, demasiados años forzosamente apartado por mis oídos y por el trabajo , ni me acercaba a las playas para no sufrir. Al seguir siendo vecinos del barrio, seguía sabiendo de los baños de toda la gente y de qué playa estaba funcionando bien gracias a las veces que me encontraba con Tito y él siempre hablaba de los demás, excepto cuando se trataba de las capturas que conseguía con la pesca submarina en los bajos de roca de Riazor.
En uno de mis primeros baños en Caión tras ese parón, llegué y me sorprendió ver que Tito ya estaba en el agua, y que su moto estaba allí aparcada, decidí no entrar y trepar a las rocas de la derecha de la playa y sacar fotos a los que estaban en el agua, entre ellos Tito.
Yo comía con compañeros de curro y muchas veces coincidíamos ese rato de comer para mí con admiración porque Tito comía acompañado no por compañeros de surf, por compañeros de vida. Qué alegría me daba cuando me los encontraba en algún sitio como Fiuza, Begoña, Mandatruco, A Nova Pataca y, estos últimos años en A Cepa.
Esos años, cuando me acercaba a intentar echar una mano, en lo que yo podía, a Hugo en la reforma del local PureSurfing Co., y posteriormente en su ampliación, siempre estaba Tito ahí currándose algo. Años después lo mismo en la reforma del local para Vazva.
Pasó el tiempo y pasaron los años. Pude volver a entrar al agua y Tito seguía igual de vigilante de las condiciones del mar, de quien entraba en cada baño, hasta de qué olas nos pillàbamos el resto. Volví a romper tablas y a pasar por la alegría de llevárselas al taller, de charlar allí un rato con él, hasta de regalarle alguna destrozada para que la arreglase y la vendiese para que se quedase lo que sacase por ella. ¡Discutí con él porque me quería pagar los 150 pavos que sacò por aquella última Wat Say verde y amarilla que le había comprado en Marea a Juan Latorre antes de que cerrase su tienda!
Recuerdos, amigos, anécdotas quedaron registrados en un cuaderno del que sólo algunos conocen su existencia. Pasaron los años y ahora me he dado cuenta de lo bien que hice en llevar aquel “cuaderno de bitácora”. He podido pasar el tiempo leyendo las notas de ese cuaderno. ¡Increíbles recuerdos de una década en baños desde 1989 hasta 1999!, 1.680 baños con sus datos como fecha, día de la semana, playa, condiciones de viento y olas, con quién iba, quién estaba en el agua, anécdotas, qué maniobras hacía yo o qué maniobra veía hacer a otro, mangas si era campeonato, puestos que alcanzaba. Al ver tantos recuerdos me di cuenta de la cantidad de baños que he tenido la suerte de compartir con los veteranos y surferos de referencia para mí. Tito figura en tantas y tantas anotaciones que cuando se invitó a colaborar con este libro homenaje no dude en hacer algo con ello y así me, ayudado por el cuaderno donde mi memoria ya no recordaba cosas, he pasado días felices en tiempos de penas. He podido rememorar el tiempo que tuve la suerte de pasar con Tito y he intentado resumirlo con este pequeño relato de cómo tuve la suerte de convivir en los años 90 contigo Tito, lo comparto en tu honor con gran cariño. D.E.P.